Los viajeros del Azamara recorren el recinto ferial sevillano y
prueban el rebujito en la caseta del Puerto
Los pasajeros del crucero Azamara Quest contaban con que la
escala en Sevilla (la última en su paseo por el Mediterráneo) incluyera la
visita al Alcázar, la Catedral y el Hospital de la Caridad pero la turoperadora,
consciente de que la llegada a la ciudad coincidía con la Feria de Abril,ofertó
a última hora una
excursión extra al Real.Por
50 dólares (algo más de 38 euros), un guía local les lleva por
el recinto y les explica, al pie de la portada –convertida en el meeting point
si se pierden– que la amarillenta tierra que pisan es albero y “Sevilla lo
exporta a toda España”, quelas
paper-lamps sobre sus cabezas se llaman farolillos e iluminan la Feria de
noche, que Pepe Luis Vázquez o Gitanillo de Triana son toreros
o bailaores que dan nombre a las calles de un solar que el resto del año está
vacío y que la bebida
oficial de la fiesta es el rebujito, una mezcla de sherry de
Sanlúcar de Barrameda y Seven Up cuyo nombre se afanan algunos en apuntar.
El
crucero, con 554 pasajeros a bordo, en su mayoría norteamericanos y
británicos, llegó a las 5.25 horas de la madrugada del viernes al sábado al
Muelle de las Delicias. Los viajeros se reparten en grupos, unos visitaron por
la mañana Sevilla y a mediodía la Feria, otros salieron hacia Córdoba y
realizaron por la tarde la excursión por la ciudad y el Real. Hoy, estos
pasajeros tienen el día libre en la capital hispalense y por la noche ya no
dormirán en el barco sino en un hotel porque otro medio millar de viajeros
subirán de nuevo al Azamara Quest para iniciar otro crucero en sentido inverso(el
crucero pasa por Motril para visitar Granada, Valencia, Barcelona, Niza y
Montecarlo).
Para
la excursión al Real, los organizadores contaron con la colaboración del Puerto
de Sevilla, que les ofreció la caseta de la Autoridad Portuaria –junto a la portada–para degustar,
tras el paseo, una bebida y unas tapas típicas de tortilla de patatas y jamón
ibérico. En la caseta les recibe Juan Carlos Calixto. “Hemos decorado la caseta
con fotos de los cruceros y preparado una actuación de música en directo, para
que se queden contentos, y esperemos que vengan más”, explica.
Errol,
de Filipinas, es uno de los pasajeros. Habla algo de español por su abuela y
pregunta insistentemente al guía y a quien sea cómo lograr una entrada para la
corrida de toros de la tarde.
Francisco, el guía, le comenta que es difícil porque tan precipitado ya solo es
posible en la reventa –black market–y es caro. Nidia, argentina residente en
Miami, no para de fotografiarse junto a su pareja. “No lo esperábamos y es
una experiencia de una vez en la vida, venir en el crucero a Sevilla y que sea la
Feria. Es todo muy lindo, cómo se visten las mujeres, cómo decoran los caballos
y las corridas de toros”,relata entusiasmada.
El
paseo discurre entre las explicaciones de Francisco y las fotos para las que,
tras pedírselo educadamente, posan encantados una madre con su bebé de cuatro
meses ambas de flamenca, un caballista cuyo hijo pequeño también va ya a lomos
de un equino, un grupo de jóvenes con sus trajes de gitana –una de ellas le da
a Errol su nombre para que la busque en Facebook y le envíe la foto– o un
elenco de veteranos que bailan sevillanas en la misma portada al son del
tamboril.
Para
la mayoría es su primera vez en Sevilla pero no en España, aunque habían oído
hablar de la Feria. Les gusta el ambiente y aguantan estoicamente el calor
porque cuando acabe el crucero saben que les espera “la nieve de Wisconsin”.